Desde pequeñita me enseñaron que hay que ser generoso y sacrificarse por los demás, de esta manera uno se convierte en una persona buena y digna de ser amada. Pero la vida me está enseñando algo muy diferente, tan diferente que es casi lo contrario. La vida me enseña que ya soy digna de ser amada tanto si me sacrifico como si no, merezco el amor porque soy un Ser vivo. Un bebe recién nacido también merece ser amado y no se sacrifica ni es generoso, todo lo contrario es egoísta y solo piensa en sí mismo, aun así los niños son los seres que más amor y ternura despiertan en nosotros.
El tiempo de los sacrificios quedo atrás, es tiempo de aprender que solo dando lo que me sobra, lo que no necesito para mi, estoy amando sin esperar nada a cambio, sin embargo, cuando doy parte de mi, dejo de hacer algo que me importa por otra persona, o renuncio a algo que necesito, ya sea dinero, tiempo, descanso… entonces necesito recompensa: agradecimiento, reconocimiento o en cualquier otra forma, pero si no llega se convertirá en un reproche “encima que yo he hecho esto por ti, ahora tu no me das lo que yo espero”.
Para poder amar incondicionalmente es preciso que reconozca mis límites, si los desconozco no sabré si me paso. Tomar consciencia de mi espacio personal y no dejar que entren si yo no lo deseo, no hacer lo por los demás cosas que no quiero hacer, valorar mi tiempo y mi esfuerzo; me permite ser realmente generoso ya que lo que hago, lo hago porque me hace feliz a mi, porque me siento bien ayudando, cuidando, mimando o regalando a los demás.
En los aviones, antes de despegar, explican que en caso de despresurización de la cabina debes ponerte la máscarilla de oxigeno, y si llevas a alguien a tu cargo, primero te la pones tú y luego asistes a los demás. Porque si tú no te atiendes te ahogas y difícilmente puedes ayudar después. En la vida amate primero tú, porque si no difícilmente sabrás amar a los demás.
Que la luz te acompañe siempre.