Hace unos años, visitando Guachimontones, en Jalisco, me contaron la historia de sus habitantes, que abandonaron el lugar hace más de 1000 años. Con un amplio conocimiento de la Cultura Teuchitlán, el Guía, nos explico que solían jugar al juego de pelota.

El «juego de pelota» era usado para fines políticos, para determinar la división territorial, cuestiones de herencia, y otros. Pero también jugaban por motivos religiosos. En este último caso el vencedor era decapitado con la promesa de pertenecer al mundo de los Dioses. Y estando allí sentada sobre una piedra de miles de años de antigüedad pensé en lo absurdo que sonaba tal promesa, que si yo estuviera en esa situación no jugaría a ganar, no expondría mi vida a cambio de una simple promesa.

Como por arte de magia, en unos pocos segundos, entendí el significado de la Fe. Comprendí de pronto que eso es exactamente lo que la espiritualidad demanda en su esencia, «dejar de ser, para Ser». Es lo que significa la transformación, dejar de ser humano, para convertirse en expresión divina. El gusano que se envuelve con su capullo para dejar de ser lo que es y transformarse en mariposa, el renacuajo en rana, el niño en hombre y la niña en mujer.

Pero dejar atrás nuestra infancia y convertirnos en adultos supuso en el mejor de los casos una confusa adolescencia. Y si eso es lo que estamos viviendo? una adolescencia en la evolución, tenemos entonces la certeza de que es temporal, que superaremos este trance en donde la humanidad ya se ha dado cuenta que ha roto su precioso juguete, que ha manchado su casa, y tirado su comida y todavía no sabe como enmendarlo. Entonces mira a su alrededor y ve a los adultos, a los que ya dieron el paso, los que nos ayudan con aquello que nos supera y nos estimula al cambio.

¿Realmente el sentido de la vida se encuentra en repetir cada día la misma cotidianidad, dejando progenie para perpetuar la especie y despedirnos un día esperando haber marcado alguna diferencia, haber dejado huella? O se encuentra en la superación de uno mismo, aprendiendo a eliminar lastres emocionales, desarrollando capacidades mentales en un equilibrio estable con una mayor capacidad de amar a nuestros semejantes.

La promesa es que la vida tiene sentido si le pones ganas, si te superas, si creces, si das siempre lo mejor de ti en cada momento, si conoces tus límites y no te extralimitas, si sabes decir que NO, si sabes sonreír, si sabes lo que vale tu respiración, si entiendes lo importante de vivir el momento, si no desperdicias tu tiempo con angustias y preocupaciones, si vives en un planeta del sistema solar en vez de en un barrio de ciudad… entonces la promesa es que te conviertes en expresión de tu Creador/a, y la felicidad es tu camino y la evolución tu meta.

¿Juegas a ganar?