Esta es la historia de un hombre, como cualquier otro, que se enamoró de una mujer maravillosa y se casó con ella, tuvieron hijos a los que amaron profundamente, y se amaron toda la vida hasta que llegó la muerte y se lo llevó de viaje. Lo excepcional de este hombre, como de cualquier otro, es que por amor a su esposa y sus hijos se dedicó a trabajar intensamente para darles lo mejor que les pudiera ofrecer, cada día de trabajo era un acto de amor hacia su familia, siguiendo el rol de padre y esposo bajo el cual le habían educado, cumplió con todos los parámetros con los que había crecido: todo para su familia, y su familia primero.
En medio del camino, los esfuerzos comenzaron a pasar factura, su salud se quebró asestándole un duro golpe en el pecho, y la expresión del amor ya no podía ser el trabajo duro, ya no tenía fuerzas para expresar tanto amor a través del sacrificio, por otra parte su forma de vida le había dejado ausente de la vida de sus seres queridos y ellos no habían sentido el amor que él rebosaba, inexpresado.
La angustia le exprimió el corazón, se había distanciado de la mujer que tanto amaba, su enfermedad le impedía caminar a su lado por la vida y ya no se sentía productivo para expresar su amor con trabajo. Espero su viaje, con la decepción de haberlo dado todo y sin la recompensa de una vida plena. Cuando el Angel de la muerte vino a liberarlo, se sentía desgraciado e indigno por tanta amargura. Este le acompañó hasta la presencia de su SER, quién le dijo:
-Enhorabuena hijo mio, has cumplido tus objetivos para esta vida, has sido un buen esposo, un buen hijo, un buen padre, has sido un hombre bueno.
-Pero Padre…, si me he llenado de amargura y de angustia!, No he llegado a sentir ni la plenitud, ni la felicidad. No he disfrutado de la vida, solo la he sufrido.
– Antes de nacer en tu cuerpo de humano, establecimos unos objetivos, para lo cual elegimos la familia en la que nacerías, las personas a las que conocerías, y con las que acabarías compartiendo la mayor parte de tu vida. Cada uno tenía asígnado un rol con el que los demás crecerían, tu cumpliste el tuyo. No era fácil, pero llevabas una herramienta muy poderosa, el Amor de tu corazón, que lo diste en todas direcciones menos en una, amaste a todos menos a ti mismo, por eso te llenaste de angustia, pero no te preocupes, por que la vida no acaba con tu experiencia de humano, ahora te toca vivir otra etapa en la que aprenderás a cuidar de ti mismo primero,de tu salud y de las necesidades de tu cuerpo, de tu mente, te liberarás de todos los patrones educativos subyugantes, aprenderás a descansar cuando estás cansado, aprenderás a confiar en la vida y no preocuparte, aprenderás a llenar tu vida de momentos de plenitud, para luego vivir en el Paraíso.
– Padre, ¿y si me hubiera querido y cuidado en la Tierra, que sería de mi ahora?
– Pasarías directamente al Paraiso.
– ¿Puedo darles un mensaje a mi familia, para que no sigan los mismos pasos que yo? Creo que fui transmisor de parámetros confusos.
– No, no puedes volver, ya no tienes un cuerpo que ellos puedan ver, pero tranquilo, ellos aprenderán de tus errores, aquellos que tengan la conciencia para verlo, o aprenderán de los suyos propios, pero al final todos sabrán, aquí o allí, que no importa lo que la vida te ponga delante, importa como eliges vivirla.
Hay un camino corto y fácil que es el de la felicidad, y un camino largo y difícil que es el del sufrimiento, ambos te llevan al mismo destino, a MI, pero cada uno elije como llegar. El camino de la felicidad consiste en retirar de tu mente cualquier pensamiento que te aleje de esta: reproches, críticas, juicios, indignación, intolerancia, inflexibilidad…. consiste en aprender a sonreir con el corazón…, sobre todo a uno mismo.
Esta historia se la dedico a mi padre, que vivió disfrazado de humano, y ahora viaja en naves interplanetarias entre planos y dimensiones en diferentes misiones de servicio en Amor.